La forma que asume contemporáneamente la organización espacial en América Central y México como una red de nodos, zonas económicamente activas y vínculos espaciales representa un ejemplo de un largo proceso de la expansión de actividades económicas y de la población hacia las tierras con abundantes recursos y posibilidades. Naturalmente, la estructura espacial de la economía actual está influenciada además por la globalización, con una creciente competencia por el acceso a los recursos (ya sean minerales, paisajistas, culturales o agrícolas). La creciente competencia entre las regiones y las ciudades por los inversionistas externos resulta en que la forma tradicional del proceso de planeación: del largo proceso de la elaboración, de aprobación e introducción de los cambios en los documentos preparados, etc. se convierten en una barrera para el desarrollo. Cuando no funciona bien el sistema de planeación espacial o regional y cuando se presentan varios intereses especulativos por terrenos dados, ellos se hacen más atractivas y deseados por los inversionistas. El proceso de transformación de las formas y estructuras de los territorios (regiones, ciudades, municipios) y, lo más importante, el nuevo arreglo de la red de relaciones en meso- y macroestructuras espaciales, es un evento complejo y costoso, y no suelta los efectos en tiempos cortos. Los conflictos por el uso del territorio en varias regiones centroamericanas y mexicanas muestran los difícil que es relacionar el desarrollo, entendido como la exploración de los recursos, producción de bienes y uso de la naturaleza con la economía y sociedad sustentable.